HOMILIA MISA CRISMAL 2025

Transcripcion de la HOMILIA MISA CRISMAL 2025, en la Concatedral de Chilapa.

Amados hermanos y hermanas
Queridos sacerdotes.

Esta es nuestra fiesta y de nuestra renovación de las promesas sacerdotales, que celebramos con una misa propia, la Misa Crismal, es el día en que pedimos las oraciones y también oramos entre nosotros nos alegramos.

Les saludo con el corazón en esta misa de Martes Santo, que celebramos la misa crismal. Esta misa, como ya sabemos, se celebra el jueves por la mañana, pero por motivos pastorales y sobre todo, porque no es posible congregar a todos los sacerdotes el jueves por la mañana, porque muchos viven lejos y no alcanzarían a regresar para celebrar la misa vespertina de la Cena del Señor, por esta razón, en este caso, adelantamos la celebración.

En esta misa crismal, como su nombre lo indica, se bendicen los óleos de los enfermos, para que les tengamos mucha fe, con la oración de la Comunidad y con la unción de este óleo de los enfermos, se curan los enfermos, ahí está Cristo, el que quita la enfermedad.

Es Cristo, medicina, es médico y medicina, para que a la hora de la bendición, nos concentremos y oremos más para que queden más penetrados, más impregnados de Jesucristo, que es médico y medicina.

También se bendice el óleo de los catecúmenos, aquellos que van a ser bautizados. Aquellos niñitos que van a ser bautizados antes, se les unge en el pecho, con una oración de exorcismo, nada más que no son los exorcismos espectaculares, a los cuales como que queremos estar presentes. No, es un exorcismo, donde se le pide al mal que se vaya, por la unción de este óleo de los Catecúmenos.

Para los adultos que van a ser bautizados, hay una oración de renuncia, dónde se les pide que ya dejen el mal y la vida del mal la dejen para siempre.

También vamos a tener una oración en la que se consagra el Santo Crisma. El Crisma, es el aceite con el que consagramos a los niños recién bautizados, aquel perfumito que se le pone en la frente o en la coronilla de la cabeza.

Hay sacramentos especiales en los que utilizamos el Crisma: la confirmación, se les unge con este crisma a los niños, adolescentes, jóvenes; también se consagra las manos de los sacerdotes, para que podamos consagrar las especies de pan y vino, y se conviertan en cuerpo y la sangre de Cristo; con esas manos también absolvemos de los pecados y también con esas manos bendecimos.

Cuando piden la bendición, muy atinadamente dicen: Tóqueme, tóqueme, y a veces nosotros no queremos tocarles porque andamos de prisa, pero hacen bien, bien atinado pedir: tóquenme, porque sus manos están benditas, están consagradas.

Por eso digo a nosotros, los sacerdotes, tengamos paciencia y podamos ejercer también ese ministerio, de tocar, hasta Jesús Tocaba.

En los Evangelios, Jesús, tocaba, no tenía miedo a la contaminación ritual de los judíos, el que tocara un enfermo se hacía impuro el Ministro.

Jesús dice, no es mayor la impureza que traigo que la pureza que puede haber, entonces gana la pureza del señor.

Y estos óleos, se bendicen y se consagran en este día especial, en una misa especial, donde el obispo con sus sacerdotes y con ustedes, los bendecimos y los consagramos.

También en esta misa crismal se renuevan las promesas sacerdotales, por eso estamos la mayoría de los sacerdotes aquí, y pedimos por aquellos que no pudieron venir por la enfermedad o por alguna situación no pudieron estar, los unimos y ellos se van a unir con nosotros en esta celebración.

A mí me dijo un padre ya grande, yo me uno y desde lejos, renuevo mis promesas sacerdotales, estoy enfermo, no puedo salir.

Y así de esta misa salimos renovados los sacerdotes y ustedes también pueblo de Dios, porque participan de nuestra alegría y ustedes se alegran al ver a los sacerdotes alegres.

Meditando el evangelio de San Juan, cuando a Jesús le quitaron sus ropas, no pudieron dividirse la túnica, porque la túnica era de una sola costura.

Y solamente podían llevar una túnica de una sola costura, los sumos sacerdotes. Y esa túnica se la había hecho María. María, su madre le había hecho a su hijo una túnica propia de un sumo y eterno sacerdote.

Entonces ustedes como mamás de nosotros, porque nosotros no vinimos del cielo, salimos de la pancita de mamá, entonces somos sus hijos, por eso se alegran al vernos alegres. Ustedes se alegran porque son nuestras mamás.

También ustedes, laicos, renuevan su sacerdocio, que se llama sacerdocio real. El que ustedes recibieron por ser bautizados,

Tenemos muchos acontecimientos en este a Jubileo 2025. Y el Papa nos escribió en la Bula de Convocatoria al Jubileo 2025, que nosotros debemos ser expertos en el discernimiento de los signos de los tiempos.

Es decir, a este 2025, nosotros debemos darle su importancia. Dios se manifiesta en los acontecimientos históricos, y nosotros debemos ser capaces de entender, de acoger esos signos de los tiempos, de no estar cerrados, porque a veces da la impresión de que nosotros ya estamos como agendados, ya tengo todas las actividades del año, ya no cabe nada.

No, hay que abrirse, para que podamos entender los signos de los tiempos.

En esta misa crismal, estamos celebrándola dentro del gran marco del Jubileo ordinario 2025, cuyo lema es “Peregrinos de la esperanza” y estamos en esta iglesia jubilar, donde se ganan las indulgencias plenarias, siguiendo las Indicaciones establecidas al efecto.

No hay que echar en saco roto este año jubilar, que no se nos vaya a pasar sin sacarle el jugo, sin aprovecharlo.

Ya les he dicho, que no me bastan todos los días de indulgencia para pedir por tantos seres queridos míos que ya se han muerto y que quizás necesiten una indulgencia de parte mía.

Mis bienhechores desde el colegio, mis familiares que me animaron a entrar a esta vida, mis comunidades, aquellas pequeñas que yo tenía y durante mi caminar, profesores que ya se me murieron, familias que me han abierto su corazón y que ya no están, sacerdotes, obispos que ya no están y tantos familiares por los cuales, yo, como que estoy en deuda de ganarles una indulgencia.

Ya sabemos que en esta economía de la indulgencia, si ellos no ocupan, porque ya están en el cielo, bendito sea Dios, se te regresa a ti, entonces yo me gano el cielo, y más feliz, más contento voy a estar y ustedes se van a sentir más a gusto de que su obispo está feliz.

 ¿Por qué? Pues porque está recibiendo las gracias del cielo.

Este 2025, es un año de gracia, porque también celebramos los 25 años de la canonización de los mártires cristeros, en el año 2000 fueron canonizados unos 25, mártires, sacerdotes, mártires cristeros y allí en esos 25, dos de los nuestros, de Guerrero.

San Margarito Flores y San David Uribe, dos sacerdotes y para honra del seminario estuvieron allí estudiando para ser sacerdotes, fueron seminaristas de aquí hace 100 años.

Y estaban también unos padres en el seminario dando clases, los padres Eudistas, del cual San Juan Eudes también está de fiesta porque ya tiene 100 años de su canonización y los padres eudistas hace 100 años estaban en el seminario formando a los futuros sacerdotes, futuros Santos.

Estos Santos dieron su vida, dieron su sangre, decía San David: si fui ungido, fui consagrado con el óleo y ahora con mi sangre.

Estamos cerca, dentro de dos años más, vamos a celebrar la alegría de los 100 años del martirio de estos 2 Sacerdotes Santos, para el 2027.

San Margarito Flores apenas tenía 3 años de sacerdote, un neo sacerdote, 3 años y fue fusilado en Tulimán. Ahí todavía están los agujeros de los balazos que quedaron en los adobes y la gente va y les pone todavía allí sus intenciones, vayamos a Tuliman.

Y luego también vayamos un poquito para Morelos, a un lado del lago Tequesquitengo, en un ejido de San José Villahermosa, allá fue fusilado San David Uribe. También le están haciendo allí un santuario.

Visitemos estos lugares, porque ir a las raíces de nuestros santos es como echarle abono a nuestras propias raíces y así, dar testimonio de nuestra fe.

Ellos fueron llamados a revivir en nuestra vocación sacerdotal el deseo de ser santos.

Nuestros santos estuvieron ellos, todavía, aquí hay familiares directos de estos padres Santos, que llevan todavía en su sangre, la unión biológica.

También podemos aprender muchos de ellos recabando sus virtudes. ¿Cómo fueron de seminaristas? Sería muy bueno, porque así nuestros seminaristas podrían también imitar a estos santos. ¿Cómo fue su apostolado?, ¿cómo fue su ordenación?

San David duró un poquito más de años, como 14 o 15 años, fue párroco. ¿Cómo fue de párroco? Muchos de nosotros somos párrocos, ¿Cómo hacía su ministerio? ¿Cómo celebraba la misa? ¿Cómo rezaba?

Todo eso nos puede ayudar a nosotros, porque no estamos ajenos para ser como ellos.

En el seminario están los huesitos de San David y de San Margarito, allá en Buenavista de Cuéllar está allí la osamenta de San David, los puros huesitos, se pueden ver y algunos hasta hemos tenido el privilegio de tocar esos huesitos.

Imagínense esos huesitos, están aquí con nosotros, pero, el espíritu está ya viendo nuestro padre. De ellos, estamos seguros que están viendo en Dios, entonces agarras uno de estos huesito o lo tocas o lo miras,

Por ejemplo, su servidor, cuando voy al santísimo, aquí en el seminario, me le pego, me le pongo cerquita, donde está el huesito de San David. ¿Y qué creen? Pues yo ahí me encomiendo, le digo, paisano Guerrerense, échanos una mano, mira cómo se pelean tus paisanos, cómo se dividen, mira cómo estamos siendo perseguidos, mira cómo nos hace falta tu espíritu aquí a mí y tu servidor y a los cristianos, a los fieles, a los seminaristas, danos una manita, pues estás en el cielo, ni modo que se te dificulte por una presencia tuya.

Tenemos muchos huesitos y casi, nosotros, no los visitamos.

Se me hace que en las parroquias se me hace que no tienen reliquias de estos santos. A lo mejor todos tienen en su parroquia una reliquia de estos santos. ¿Por qué digo esto? Porque la están pidiendo de Puerto Rico, la están pidiendo de España, están pidiendo reliquias de nuestros santos y nosotros como que no nos cae el veinte. Como que el demonio nos puso un velo y hay que quitarlo para poder nosotros acercarnos a ellos con fe.

Y hablando todavía de jubileos. También celebramos los 100 años de la canonización de dos santos franceses que tienen mucho que ver con nuestra vocación sacerdotal, dos Juanes, San Juan Eudes y San Juan María Vianney.

San Juan Eudes, el fundador de los eudistas que hace más de 100 años estuvieron aquí en Chilapa. Pero siguen estando aquí, ahora, en Tetipac, acompañando a los seminaristas de aquel tiempo en su formación sacerdotal, de los cuales salieron santos, nuestros santos guerrerenses.

En este seminario se hacen santos, hay de los seminaristas que no se hagan santos, no se dejen ganar en Santidad.

¿Qué tenía David Uribe, qué tenía Margarito Flores? ¿Qué tenía Leopoldo Díaz Escudero? ¿Qué tenía un Bartolomé Dias Laurel?.

¿Qué tenían ellos que no tengan ustedes o nosotros? Pues échenle ganas sacerdotes. No se debe perder esta Santidad.

Yo tampoco, dicen que la mitra es el resplandor de la Santidad que ilumina a ustedes, pueblo de Dios, para seguir, para alcanzar la Santidad.

Pidan por mí, pidan también también por los sacerdotes.

No se equivocan ustedes, para eso está el obispo, el sacerdote, lámparas para guiar e iluminar hacia la casa de Dios.

Al pueblo también se les pide, en esta misa, pedir por nosotros. Va a haber una oración donde les pedimos que recen por nosotros.

Ustedes, pueblo de Dios, tienen derecho a tener sacerdotes santos, que los acompañemos a ser santos, en su forma de vida, eso es el sacerdocio.

San Juan María Vianney es nuestro santo patrón, que va a cumplir ya sus 100 años de canonización, nuestro grande intercesor y gran modelo de los sacerdotes. Conocido como el santo cura de Ars en Francia, que revivió su parroquia y toda la comarca de aquella región con su paciencia en las confesiones, en la dirección espiritual de sus fieles, así como la cercanía a los más marginados de su época.

Ambos santos franceses tuvieron una espiritualidad sacerdotal vigente hasta el día de hoy, porque ellos oraban con amor a nuestro señor Jesucristo y meditaban su pasión y se sentían atraídos a seguir incansablemente su testimonio.

Los dos amaban entrañablemente al señor en la eucaristía y se hicieron propagadores de ella.

Ellos entraron en el corazón de Jesús, como entró su madre María Santísima y los innumerables santos de todos los tiempos.

Se hicieron sacerdotes según el corazón de Jesús, dejándonos una huella para seguirla.

Fueron consagrados por Dios, como nosotros también lo somos, nos dieron testimonio de pertenencia sólo a Dios, no se pertenecían a sí mismos, sino a él y a su iglesia, a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los huérfanos, a las viudas.

Renunciaban a todo lo que no es de Dios, tenían horror al pecado, pedían al señor el dolor de sus pecados o el poder llorar por sus pecados, que hasta el Papa Francisco nos dice que en este tiempo es menester llorar por nuestros pecados. Pero a veces no los lloramos como que no nos duelen nuestros pecados y seguimos en ellos.

Yo los invito a entrar en este misterio del sacramento sacerdotal donde actuamos en la persona de Cristo. En la consagración de las especies de pan y vino. Y proclamamos este es mi cuerpo que se entrega, y esta es mi sangre que se derrama por ustedes.

Los invito, hermanos, sacerdotes y a todo el pueblo, ver en el cuerpo de Cristo, tu propia carne, ahí estás, que se entrega, tú te entregas como se entregan todos los cristianos, los matrimonios se entregan, entregan su cuerpo y que veamos en la sangre de Cristo tu propia sangre.

Por ejemplo, todos somos misioneros y hay que ser misionero hasta que duela, hasta que salga sangre. Esa sangre que se derrama para la salvación del mundo.

Así mismo, cuando levantamos el cáliz y la hostia consagrada diciendo: este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, los invito a ver en el cordero de Dios, tu propia persona, como cordero que quita el pecado del mundo.

Vean lo que significa la eucaristía, nos convertimos en corderitos, Dios, a través de nosotros, como corderitos, quitamos el pecado. Así nos unimos al señor y el señor, se une a nosotros para la salvación del mundo.

Este es el sacerdote que tenemos, una riqueza para la humanidad. Lo mejor del pueblo es su sacerdote. Así nos han visto, y que así nos vean siempre.

El ungüento que hoy vamos a bendecir, son nuestras personas, somos nosotros ungüentos para todas las gentes. Vayamos pues, a la renovación de las promesas sacerdotales.

Así sea.