LA ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN Y LA FORMACIÓN DE LOS LAICOS

Evangelizar con  los hechos, es decir, con el testimonio cristiano de las bienaventuranzas y las obras de misericordia, inseparables de las palabras para que esta sean creíble, por lo que hace necesario entender que es la ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN Y LA FORMACIÓN DE LOS LAICOS, las cuales van de la mano.

Jesucristo  “comenzó a hacer y enseñar” (Hechos de los Apóstoles, 1, 1), y eso es lo que hicieron los primeros cristiano, que se ganaron a tantos en medio de sociedades paganas “por atracción” espiritual, y no por coacción moral o poder temporal.

EL PUEBLO DE DIOS

¿Cómo se explica entonces el abandono de la práctica religiosa, y la desafección hacia la Iglesia entre tantos fieles laicos en naciones de plurisecular tradición y cultura cristiana?

Es verdad que se han olvidado, de esta Gran Comisión. De tal forma que se han dado en los cincuenta años siguientes al Concilio Vaticano II, profundos cambios en la sociedad civil hasta hablarse de una nueva época de la Humanidad.

Pero ¿y en la Iglesia católica? No parece que el concepto tan pleno de significado de “Pueblo de Dios” haya sido suficientemente asumido en la práctica a nivel institucional, es decir, en la vida real de la Iglesia.

Esta expresión y su contenido teológico y canónico han sido tan usados y abusado en la predicación y la literatura eclesiástica, como poco encarnado en la realidad existencial de la misión, que en el Pueblo de Dios, corresponde a los fieles laicos.

Quizá este distanciamiento –no teórico, pero sí real- entre la Jerarquía y el laicado, haya contribuido también, junto a los factores sociológicos externos antes aludidos, a la llamada “apostasía silenciosa de no pocos christifideles laici (fieles laicos).

PUEBLO DE DIOS: NI “CLERICAL” NI “DEMOCRÁTICO”

No puede haber una contraposición entre “Iglesia jerárquica” y “Pueblo o laicado cristiano”.

No se pueden contraponer el sacerdocio ministerial de los clérigos y el sacerdocio común como si se tratase de una dialéctica lucha de clases en el Pueblo de Dios: entre una Iglesia jerárquica estructurada jurídicamente en base a la idea secular del poder, y una Iglesia carismática, de la comunidad, en la que el Derecho canónico (criticado como instrumento de dominio de la Jerarquía) sería superado por un orden liberador de compromiso con los pobres.

El Concilio ecuménico Vaticano II, que subraya la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios “corresponsable”, al cambio social que supuso la Revolución francesa en la organización de la sociedad civil .

En este proceso de formación de la sociedad democrática – atormentado y bien conocido- pasó al pueblo, a la comunidad de ciudadanos, el poder del gobierno antes detentado por el monarca absoluto, sostenido por la nobleza y el clero.

Sería equivocado decir, desconociendo la singularidad de la Iglesia como institución divina, que se ha pasado de una “Iglesia monárquica” a una “Iglesia democrática”.

Como no sería tampoco congruente con el espíritu y la letra del Concilio Vaticano II afirmar que la posible participación de fieles laicos en el ejercicio de la potestad eclesiástica, como se establece por ejemplo en la constitución Predicate Evangelium, sería exclusivamente por concesión y delegación de la Jerarquía entendida como clérigos titulares del sacerdocio ministerial y de la potestad, sin algún origen o conexión con el sacramento del bautismo

Participación de todos los fieles en el sacerdocio común de Cristo.

Una visión puramente humana –democrática- o teológico-reductiva – clerical- de este tipo, sería desconocer la eclesiología de comunión (de colegialidad y Sinodalidad) que inspira el magisterio doctrinal del Concilio Vaticano II y también la sucesiva reforma del Derecho universal de la Iglesia.

ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN: PUNTOS MÁS SIGNIFICATIVOS

a). El haber puesto en la constitución dogmática Lumen Gentium (documento central del Concilio) el capítulo II sobre El Pueblo de Dios, al capítulo III sobre la Constitución jerárquica de la Iglesia;

b). El relieve dado en ese mismo capítulo II al sacerdocio común de los fieles, a la vez que se afirma que el sacerdocio ministerial jerárquico está al servicio del sacerdocio común;

c). La atención puesta en afirmar y describir la vocación y misión de los fieles laicos, y el desarrollo de la doctrina sobre la llamada universal a la santidad.

d). Las normas para facilitar que todos los fieles participen activamente en la liturgia, especialmente en la Celebración eucarística;

e). La manera de concebir y organizar las diócesis y las parroquias, poniendo en primer lugar el elemento “comunidad de fieles” y legislando la creación de consejos pastorales parroquiales y diocesanos;

f). La profundización doctrinal y disciplinar sobre la dignidad de la persona humana y del bautizado, con la correspondiente reforma del derecho procesal y penal, perfeccionado por Benedicto XVI

g). El desarrollo de la doctrina sobre los carismas personales en cuanto dones del Espíritu Santo, su utilidad social y el derecho a ejercitarlos;

h). Sobre todo, la promulgación (no solo la admisión teórica) de los deberes fundamentales de todos los fieles en la Iglesia, y de aquellos que corresponden específicamente a los laicos, a los clérigos y a los religiosos.

 La eclesiología de comunión no significa transformar la Iglesia en una especie de “República” u otro forma de organización democrática.

La eclesiología de comunión Significa que todos los bautizados, incorporados a Cristo por el sacramento, se integran en este nuevo Pueblo de dios, y son llamados a participar activamente, cada uno según los derechos y deberes propios de su condición, en el cumplimiento de la misión evangelizadora que Cristo encomendó realizar a la Iglesia en el mundo.

Esto es el camino sinodal, el “caminar juntos” del Pueblo de Dios en el cumplimiento de la misión común de evangelizar, que es voluntad divina, no decidida por la mayoría de los ciudadanos (los christifideles), ni tampoco participada y decidida en cada circunstancia por la sola Jerarquía eclesiástica.

Pbro. Jorge Amando Vazquez Rodriguez