LA ENSEÑANZA BÍBLICA SOBRE LOS INMIGRANTES
LA ENSEÑANZA BÍBLICA SOBRE LOS INMIGRANTES (Pbro. Jorge Amando Vazquez Rodriguez). Nos lleva a escudriñar las escrituras, hacer lo que el pueblo de Israel hace y descubrir en la historia de este pueblo, nuestra propia hisoria
La Biblia es un vehículo de memoria.
- Nos pide identificarnos espiritualmente con el pueblo judío, posicionándonos así del lado de los sin tierra; cada lector de la Escritura está invitado a decir: «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres» (Dt 26,5).
- La Biblia nos pide hacer memoria, asumiendo espiritualmente el estatus del inmigrante, porque en él se entrega un misterio de gracia y un camino de sabia justicia.
MISTERIO DE GRACIAS Y CAMINO DE SABIA JUSTICIA
Nuestro origen como migrantes
- Israel narra su historia como pueblo especial para testimoniar la verdad revelada por su Dios, para dar a conocer a todos cómo el bien surge de la acogida del diferente, del extranjero, del otro que no se parece a mí, no habla mi lengua, no practica mis costumbres, no venera a mi divinidad.
- la Biblia superpone una perspectiva dinámica y relacional, porque esta es la auténtica vía de la concordia universal. Y en oposición radical a la imagen imperialista de Babel – desmentida en su proyecto unificador por su clamoroso fracaso (Gn 11)
Figura de Abraham
Abraham atraviesa las fronteras para hacer de su diversidad el fermento de una bendición universal.
- Abraham es puesto en movimiento por el Señor, quien le dice: «Deja tu tierra natal […] y ve al país que yo te mostraré» (Gn 12,1). (La historia de Las aves de Bruselas. Marcelo Rutner, Tómale una selfie a tu alma.
- Abraham es presentado como la figura ejemplar del migrante puro, en la cual todos los migrantes pueden reconocerse más allá de sus motivaciones específicas; y es una figura no de miseria, sino de elección y bendición
- Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra» (Gn 12,2-3).
- Abraham, que acepta renunciar al título de ciudadano y consiente en arriesgar su vida asumiendo el estatus de inmigrante. Con él el Señor hace una alianza (Gn 15,7-20; 17,1-8);
- Abraham, precisamente porque creyó en el Señor y aceptó ser un hombre sin tierra, desarrolló un corazón capaz de acoger al viajero que pasaba cerca de él.
- Así se presenta el origen de Israel, desde Abraham, Isaac y Jacob hasta sus descendientes, que durante cuatrocientos treinta años vivieron en Egipto (Ex 12,40).
- En Canaán el Señor los llamó a concebirse como «huéspedes» en una tierra que Dios reivindicaba como su propiedad: los israelitas eran, de hecho, «inmigrantes y arrendatarios» ante él (Lv 25,23)
- David decía, repitiendo una fórmula de la tradición orante de Israel (Sal 39,13; 119,19): «Somos inmigrantes delante de ti y arrendatarios, como todos nuestros padres» (1 Cr 29,15).
PATRIMONIO ESPIRITUAL DE ISRAEL: la hospitalidad
Hay que recibirlo.
- Quien recibe el patrimonio espiritual de Israel, quien injerta su existencia en el tronco de esta tradición de fe (Rm 11,17), se convierte, por vocación, en un inmigrante que se ofrece, con total mansedumbre, a la acogida ajena. Se presenta como extranjero tocando una puerta, pidiendo un espacio en una tierra donde otros ya residen, solicitando sin exigir, esperando que su anfitrión manifieste compasión humana, dejándole un poco de espacio, junto, o mejor, «en medio» de los ciudadanos. Es Dios quien suscita esta figura.
- El inmigrante que se establece dentro de las puertas de la ciudad, a veces incluso dentro de la casa donde presta servicio, es un enviado del Señor que trae paz a todos (Mt 10,5-15; Lc 10,1-12).
- El estatus sagrado de huésped (hospes) se transforma en enemigo (hostis). Hoy la hospitalidad es un reto para el cristiano.
- «historia sagrada», nos es confiada para recordar el drama de las innumerables migraciones de los pueblos, y para poner delante de nuestros ojos la experiencia dolorosa de quienes no son acogidos.
- Cada época, hasta el fin de los días, será juzgada por su real capacidad de hospitalidad.
- es la expresión de una conciencia ética personal, es el fruto de decisiones libres y valientes. La divina Escritura ayuda a asumirlas, haciendo madurar la conciencia de que todos nosotros somos «como los demás», extranjeros e inmigrantes, y por lo tanto podemos entender y amar a quienes vienen a nosotros. Conocemos el precepto bíblico: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18; Mt 22,39), y quizás no sabemos que también existe el mandato de amar al extranjero que desea residir en nuestra tierra: «El Señor vuestro Dios […] ama al inmigrante y le da pan y vestido. Amad, pues, al inmigrante, porque también vosotros fuisteis inmigrantes en Egipto» (Dt 10,17-19).
- La distinción entre ciudadano y extranjero no se abole, sino que se destaca para valorar la calidad del amor que hace al otro semejante a mí, en el acto mismo de la acogida benevolente.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
- Nuevo Testamento continuará en esta línea: en el Evangelio de Mateo, en particular, se nos dice que Jesús se identifica con el extranjero, acogido o rechazado (Mt 25,35.43), y de esta alternativa surge la bendición (Mt 25,34) o la maldición eterna (Mt 25,41).
- La Biblia dice, por lo tanto, que el corazón producirá gestos de compasión en la medida en que conserve la memoria de su propio origen y sufrimiento.
- La sabiduría amorosa de Dios primero hizo experimentar la migración y luego dispuso en la Ley una serie de útiles provisiones a favor de los extranjeros.
DISPOSICIONES A FAVOR DE LOS MIGRANTES
La problemática de los migrantes siempre resultó difícil debido a la proporción entre la escasa población residente y los grupos, a menudo numerosos, de extranjeros que, especialmente por razones de dificultades económicas, venían a instalarse en las ciudades y pueblos de los judíos.
TRES CATEGORÍAS PRINCIPALES
- Compartir en el ámbito económico
- La tutela jurídica
- Integración cultural
PARA EL CRISTIANO: DECÁLOGO DEL APÓSTOL Y LOS PELIGROS QUE ASECHAN.
(José Luis MARTÍN-DESCALZO, Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, SIGUEME, Salamanca 2008, pp.612-613)
CONCLUSIÓN
El ideal trazado por las Escrituras se ofrece a todos como un camino de bien. Así como el padre transmite la ley a los hijos para que haya concordia en el hogar y respeto justo por cada una de las diferentes individualidades, de manera análoga, el judío transmite su ley al extranjero como instrumento de comunión, para que aquel que ha sido acogido y ennoblecido se convierta a su vez en mediador de benevolencia acogedora.