LA ORACION POR TODOS LOS SANTOS Y LOS FIELES DIFUNTOS

JUBILEO 2025 | LA ORACION POR TODOS LOS SANTOS Y LOS FIELES DIFUNTOS. El día 1° de noviembre celebramos en la Iglesia Católica la Solemnidad de todos los Santos, celebración universal de nuestra Iglesia en la cual recordamos a todos aquellos que han partido a la Casa del Padre, lugar de perfecta santidad.

Debemos recordar que esta solemnidad es diferente al Día de los Fieles Difuntos, el cual se celebra el 2 de noviembre; día también conocido como el Día de los Muertos, en el cual oramos y recordamos a nuestros hermanos y hermanas fallecidos que descansan en la paz del Señor.

LOS TRES ESTADO DE LA IGLESIA

Recordemos que la Iglesia se divide en:

a) Iglesia Militante o Peregrina: los que peregrinamos aún por esta tierra.

b) Iglesia Triunfante: la que ya goza en el cielo de la presencia de Dios, y es a la que recordamos el 1 de noviembre

c) Iglesia Purgante: aquellos hermanos nuestros que, por el bautismo, forman parte de nuestra Iglesia; pero que pasan por un período de purificación en el purgatorio. A ellos los recordamos el 2 de noviembre y oramos de una manera especial por su paso al cielo, a disfrutar, junto con la Iglesia Triunfante, de la visión beatifica de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica (954) lo explica así:

Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando «claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es»» (LG 49):

«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (Noviembre 1°)

¿quiénes son “Todos los Santos? Aunque parezca extraño, los santos son personas comunes y corrientes, como tú y como yo, y como decía un hermano: “que fueron de carne y hueso, y un pedazo de pescuezo”, nada extraordinarias, de diversas clases sociales y muchas veces poco conocidas por la sociedad.

Pero, ¿qué fue lo que hicieron estas personas para que la Iglesia les haya dado ese título? Simplemente tuvieron una experiencia del amor de Dios en la Persona de Jesús; esa experiencia transformó sus vidas radicalmente hasta el punto en que libremente decidieron vivir como Él: amando y dando la vida por los demás, en algunos casos y en otros santificando su día a día y su vida, con acciones ordinarias.

¿Podemos pedir la intercesión de TODOS los Santos?

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: La intercesión de los santos. «Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad […] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra […] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (LG 49):

«No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).

Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).

Por lo que es correcto pedir a TODOS los santo su intercesión por nosotros, ante Dios, por sus méritos obtenidos. Podemos pedir de todos ellos su intercesión a nuestro favor, además de recordar, al contemplar sus vidas y su modelo a seguir, el llamado universal a la santidad.

Todos los que aún peregrinamos en la tierra, estamos llamados a vivir en santidad como ellos, para llegar un día también a disfrutar de la presencia de Dios y vivir eternamente en el cielo.

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS (Noviembre 2)

Aunque la costumbre de orar por los difuntos y celebrar misa por ellos es tan antigua como la Iglesia, la fiesta litúrgica por los difunto se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia.

En el siglo XIV, Roma adoptó esta práctica. La fiesta fue gradualmente expandiéndose por toda la Iglesia, de tal modo que hoy, todo el pueblo católico dedicamos el 2 de noviembre para recordar a nuestros familiares y amigos difuntos para orar por ellos, por si, estando en el purgatorio, necesitan de nuestras oraciones para poder pasar a gozar de la patria celestial y disfrutar de la bienaventuranza, la visión beatífica de Dios.

En el día 2 de noviembre, nuestros cementerios y, sobre todo, nuestro recuerdo y nuestro corazón, se llenan de la memoria, de la oración y ofrenda por nuestros familiares y amigos difuntos.

La conmemoración litúrgica de los fieles difuntos es complementaria de la solemnidad de Todos los Santos. Nuestro destino, una vez atravesados con y por la gracia de Dios los caminos de la santidad, es el cielo, la vida para siempre. Y su inexcusable puerta es la desaparición física y terrena, la muerte.

En la conmemoración de todos los fieles difuntos, debemos orar por ellos, ya que algunos pueden estar aún en el purgatorio necesitando de nuestras oraciones, sacrificios y ofrendas. Otros pueden estar ya en el cielo y se convierten en nuestros intercesores. También debemos recordarles y ser agradecidos con ellos, ya que mucho de lo que somos se debe a ellos, a su esfuerzo, trabajo y ejemplo de vida que nos dieron.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), las almas de los fieles difuntos que no están completamente purificadas van al Purgatorio, un estado temporal de purificación antes de entrar en el Cielo. (CIC 1030-1032)

Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).

Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: «Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).

Por lo anterior ofrezcamos nuestras oraciones por ellos, por nuestros difuntos., cada vez que participemos en la Eucaristía.

Hay costumbres muy diversas en nuestros pueblos y los fieles católicos, por lo que debemos estar vigilantes de nuestra fe, de tal modo que no caigamos en prácticas que no tienen nada que ver con nuestras tradiciones católicas. Los sacerdotes y laicos comprometidos, debemos saber catequizar a toda nuestra feligresía para honrar digna y correctamente a nuestros difuntos.

Oremos por nuestros Fieles Difuntos:

¡Oh Dios! Nuestro creador y redentor, con tu poder Cristo conquistó la muerte y volvió a ti glorioso. Que todos tus hijos que nos han precedido en la fe (especialmente a N…) participen de su victoria y disfruten para siempre de la visión de tu gloria donde Cristo vive y reina contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Dales, Señor, el descanso eterno. Y Brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, Madre de Dios, y Madre de misericordia, ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén.”

(L.C. Héctor García | CODIPAC Chilpancingo-Chilapa)