La distancia entre el decir y el hacer en nuestras vidas

El pasado domingo 5 de noviembre de 20223, en el Rezo del Ángelus Dominical, el Papa Francisco reflexionaba sobre estos dos aspectos: La distancia entre el decir y el hacer, en el pasaje que se refieren a los escribas y a los fariseos, «porque dicen y no hacen» (Mt 23,3) y «todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres» (v. 5)  y todo lo que hacen lo hacen para aparentar.

La distancia entre el decir y el hacer.

A estos maestros de Israel, que pretenden enseñar a los otros la Palabra de Dios y ser respetados en cuanto autoridad del Templo, Jesús cuestiona la duplicidad de su vida: predican una cosa, pero después viven otra. Este es el peligro que debemos vigilar: la duplicidad del corazón.

También nosotros tenemos este peligro: esta duplicidad del corazón que pone en riesgo la autenticidad de nuestro testimonio y también nuestra credibilidad como personas y como verdaderos y auténticos cristianos.

Recordaba el Papa Francisco, que todos nosotros experimentamos, por nuestra fragilidad, este peligro, entre el decir y el hacer; pero el problema es tener un corazón doble, es como vivir con “un pie en dos zapatos” sin que ello represente un problema para nosotros, es decir, que nos acostumbremos que nuestras palabra no vayan acorde con nuestras acciones o que en determinado momento digamos una cosa y hagamos otra muy diferente.

Especialmente cuando estamos llamados – en la vida cotidiana, en la sociedad o en la Iglesia – a desempeñar un rol de responsabilidad, recordemos esto: ¡no a la duplicidad! Para un sacerdote, un agente de pastoral, un político, un profesor, un trabajador o un padre, vale siempre esta regla: esto que dices, esto que predicas a los otros, comprométete tú a vivirlo primero. Para ser maestros con autoridad es necesario ser primero testigos creíbles. Es decir tu TESTIMONIO DE VIDA, debe ser coherente con tus palabras.

De hecho, viviendo en la duplicidad, los escribas y los fariseos estaban preocupados por tener que esconder su incoherencia para salvar su reputación exterior. De hecho, si la gente supiera qué hay realmente en su corazón, se avergonzarían, perdiendo toda su credibilidad. Y entonces realizan obras para aparentar ser justos, para “salvar las apariencias”, como se dice.

En la actualidad el maquillaje es muy común: maquillan la cara, maquillan la vida, maquillan el corazón. Esta gente “maquillada” no sabe vivir la verdad. Y muchas veces también nosotros tenemos esta tentación de la duplicidad entre el ser y el hacer.

Papa Franacisco, finalizaba haciendo estas preguntas que son de actualidad para nuestras vidas y las cuales debemos de hacérnoslas frecuentemente:

¿tratamos de practicar lo que predicamos, o vivimos en la duplicidad?

¿Decimos una cosa y hacemos otra?

¿Estamos preocupados solo por mostrarnos impecables fuera, maquillados, o cuidamos de nuestra vida interior en la sinceridad del corazón?

Y pidiendo a la Virgen María, nos ayude a volvernos testigos creíbles del Evangelio.

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