EL NUEVO NOMBRE DE LA PAZ ES LA JUSTICIA

El nuevo nombre de La Paz es la justicia. Mensaje del Pbro. Marco Antonio Catalán Garcia, Vicario de la Parroquia de la “Preciosa Sangre de Cristo”, Taxco de Alarcón Guerrero., en la marcha por la Paz en Guerrero, el día 07 de marzo de 2024, en la ciudad de Taxco de Alarcón Guerrero.

Queridos hermanos:

Pues hoy hemos tenido esta marcha por la Paz, que hemos anunciado con semanas de anticipación, con mucha fe, con mucha esperanza, sabiendo que el señor escucha la aflicción de su pueblo.

Hoy hemos pedido por La Paz de nuestros pueblos, hoy pedimos por La Paz del mundo, la Paz que nos dice la iglesia en el respeto y el desarrollo por la vida humana.

Decía San Agustín, que La Paz no solamente es la ausencia de guerra, ni siquiera el equilibrio entre fuerzas contrarias, La Paz, es la tranquilidad del hombre, producto de la justicia y un efecto de la caridad.

La Paz que tanto pedimos a Dios, es fruto de La Paz de Cristo. Porque La Paz no solamente es algo moral que se nos pide al ser humano o algo ético, La Paz es algo mucho más profundo y mucho más grande.  La Paz que pedimos es un don del espíritu.  Decía Jesucristo, cuando resucitado se apareció asus apóstoles: “La Paz esté con ustedes” (San Lucas 24, 37).  Porque el señor, da como fruto de su resurrección esta paz que anhelamos.  Y decía el señor a sus discípulos que iban a ser enviados, cuando entren en una casa, digan: “La Paz, sea en esta casa, y si allí hay gente amante de La Paz, La Paz de Dios se queda en esa casa”, porque es un don, es algo grande, es algo profundo.   Cristo es el príncipe de La Paz, Cristo viene a traer La Paz, Cristo vino a unir lo que estaba separado, lo que nos separaba.

El enemigo de la paz… el pecado.

Cristo nos trae La Paz, porque el enemigo más grande es el pecado. Hermanos, el pecado es el enemigo de Dios. Y una persona que no tiene tranquila la conciencia, es una persona que está en guerra, a una persona que le remuerde la conciencia, es una persona que está en guerra con Dios y está en guerra con todos.  A eso no lleva el pecado. Por eso, la primera batalla que libramos es contra nuestra propia conciencia, para que nosotros podamos tener esa paz que tanto queremos.

La Paz de Dios no solamente es no pelearnos entre nosotros. La Paz de Dios no solamente es que nos estemos aguantando antes de dar el primer zarpazo, no, la Paz que Dios viene a instaurar en nosotros y en nuestros pueblos, es lo que el papa Francisco llamaba el “Fratelli Tutti”.

Dios viene a hermanarnos fe, la Paz de Dios nos viene a hacer hermanos.  La Paz de Dios viene a implantar el amor entre nosotros, no es aguantarse antes de soltar un golpe, no es evitar la guerra, sino hermanarnos.

El nuevo nombre de La Paz es la justicia

¿Qué necesitamos, hermanos, que necesitamos para implantar La Paz?

En primer lugar: La justa distribución de los bienes, que a cada persona le toque lo que le corresponde. Decía el Papa Pablo Sexto, que el nuevo nombre de La Paz es la justicia. Lo que necesitamos para que haya paz es la libre comunicación.  Que seamos capaces de expresar nuestras ideas, nuestras inconformidades, que seamos escuchados.

Lo que necesitamos también para implantar La Paz entre nosotros y en nuestros pueblos. Es que se respete la dignidad de que podamos descubrir en cada uno de nosotros la imagen y semejanza de Dios, lo grande que es el ser humano, la grandeza de cada persona.   Que sepamos que somos imagen de Dios.   Y eso nos da la dignidad, el respeto y todos los derechos que deben ser reconocidos en cada persona.

Para que La Paz sea posible, es necesario que se reconozca la dignidad de todos los pueblos, su idiosincrasia y no caigamos en eso que decía el Papa, la colonización.  Cultural. Donde se rompen, se deshace la identidad de cada pueblo. Donde se atenta contra los valores que cada pueblo tiene, por su historia y por todo el cúmulo de valores que ha ido fomentando en el seno de su ser.

Hermanos, hoy tenemos que gritar más que nunca ¡PAZ!.  Paz para nuestros pueblos. Y La Paz de Dios, decía el papa Francisco, es un don de Dios que tenemos que pedir todos los días. Pero al mismo tiempo, el esfuerzo constante de nosotros por estar en paz, por no deberle a Dios, por tener nuestra conciencia tranquila.

Permitamos, hermanos, que esta paz invada todo nuestro ser y que sea como como esa pequeña semilla, como como ese reino que se está expandiendo en todos nosotros.

Así sea.